sábado, 18 de octubre de 2014

Epilepsia


La epilepsia tiene su origen en unos cambios
breves y repentinos del funcionamiento
del cerebro. Por esta razón, se trata de una
afección neurológica, la cual no es contagiosa
ni está causada por ninguna enfermedad o retraso
mental.
Las crisis epilépticas producen una alteración
momentánea del funcionamiento cerebral, debida
a la descarga súbita y desproporcionada
de los impulsos eléctricos que habitualmente
utilizan las células del cerebro. Esta descarga
puede afectar únicamente a una parte del cerebro
(crisis parciales o focales) o comprometer
a todo el cerebro (crisis generalizadas).
La epilepsia es un trastorno con muchas
causas posibles. Cualquier cosa que impida
o distorsione el patrón de actividad neuronal
normal puede conducir a la aparición de una
crisis epiléptica. Se ha observado que algunas
personas epilépticas tienen una cantidad más
alta de neurotransmisores activos (sustancias
encargadas de conducir el impulso nervioso
entre las neuronas), lo cual incrementa la actividad
neuronal. En otros se ha observado una
cantidad baja de inhibidores de dichos neurotransmisores,
lo cual también aumenta la actividad
neuronal. En ambos casos aparece la
epilepsia.
En países en vías de desarrollo la frecuencia
de padecer epilepsia es más alta debido al
pobre saneamiento ambiental que pone a la
población en riesgo de más enfermedades, a la
dificultad para la atención de los embarazos y
partos en zonas del campo alejadas de los servicios
médicos, etc. Alrededor del 75% de los
epilépticos inician el problema en las dos primeras
décadas de la vida, explicable porque el
cerebro inmaduro tiene más facilidad para producir
descargas anormales. La Sociedad Andaluza
de Neurología (SAN) afirma que alrededor
de 80.000 andaluces y andaluzas padecen esta
enfermedad neurológica.
Existen varias formas de presentación de las
crisis epilépticas. Las crisis generalizadas pueden
manifestarse con pérdida brusca de conocimiento
con caída al suelo, contractura de
los músculos de las extremidades y de la cara
seguidas de sacudidas rítmicas. En menores y
adolescentes, las crisis se presentan con una
pérdida de conocimiento, sin caída al suelo ni
convulsiones, de segundos de duración, con
rápida recuperación.
Las crisis parciales pueden presentarse con
sensaciones subjetivas extrañas o difíciles de
describir o con fenómenos auditivos, visuales,
sensación de hormigueo, etc. Estos síntomas pueden aparecer en forma aislada o dar paso
a una pérdida de conocimiento con movimientos
automáticos de la boca, de las manos o de
otra parte del cuerpo. En otras ocasiones las
crisis parciales pueden presentarse con sacudidas
de una extremidad o de la mitad de la cara,
sin pérdida de conocimiento.
Existen otras manifestaciones de crisis menos
frecuentes que deben ser evaluadas por el
especialista. Además, una persona puede presentar
más de un tipo de crisis.
Los distintos signos de alarma que advierten
que se está produciendo un ataque epiléptico
pueden ser los siguientes:
•• Períodos de confusión mental.
•• Comportamientos infantiles repentinos.
•• Movimientos como el de masticar alimentos
sin estar comiendo, o cerrar o
abrir los ojos continuamente.
•• Debilidad y sensación de fatigas profundas.
•• Períodos de “mente en blanco”, en los
que la persona es incapaz de responder
preguntas o mantener una conversación.
•• Convulsiones.
•• Fiebre.
La forma más típica, conocida también
como gran mal es con movimientos de las
4 extremidades, tipo sacudidas; se pierde la
conciencia y el control de los esfínteres, dura
segundos o algunos minutos, si persiste se
llama estado epiléptico. Otras formas son las
conocidas como ausencias frecuentes en niños
o niñas.
La posibilidad de controlar bien a un paciente
epiléptico, incluso por completo, es alta, de
un 80 – 85 % de los casos, e incluso, al cabo
de unos años, es posible la supresión completa
de la medicación.
La mayoría de los ataques epilépticos son
de breve duración y rara vez necesitan de asistencia
médica inmediata. Uno de los temores
de los profesionales de los centros educativos,
es que exista algún riesgo de perder la vida o
de sufrir un daño importante durante una crisis;
cuando esto rara vez ocurre.

¿QUE HACER EN CASO DE UNA CRISIS?
1. Permanecer calmado. Cuando se ha iniciado
la convulsión, usted no la podrá detener.
La mayoría de las convulsiones ceden espontáneamente
en menos de 3 minutos.
2. Despeje el área. Retire los objetos que
se encuentren cerca y puedan lastimar
al paciente, afloje la ropa apretada,
proteja su cabeza colocándole un objeto
suave debajo.
3. No introduzca ningún objeto en su
boca. Podrían lastimarlo o morderle los
dedos. No se ahogará con su lengua, ni
podrá evitar que se muerda.
4. Voltee la cabeza del paciente hacia
un lado. Y acuéstelo de lado para que
puedan salir las secreciones o vómito y
pueda respirar.
5. No se desespere. Si el paciente deja de
respirar o se le ponen morados sus labios,
es durante periodos breves y no
requiere de maniobras de resucitación,
ya que respirará nuevamente en forma
espontánea.
6. No se requiere de la presencia inmediata
de un médico o médica. Solamente
en caso que la convulsión tenga una
duración mayor de 5 a 10 minutos, o si
el paciente tiene una convulsión seguida
de otra.
7. Observe detalladamente qué es lo que
le ocurre. Es muy importante que visualice
como está ocurriendo la convulsión,
para así poder informar detalladamente
lo sucedido.
8. Sea amable con el niño o niña cuando
recupere la conciencia, manteniéndolo
calmado o calmada ya que puede avergonzarse.
9. No le ofrezca ningún alimento. Hasta
que esté totalmente alerta.
10. Permita que descanse o duerma. Ya
que les ayudará a recuperarse.
11. No suspender sus medicamentos anticonvulsivos.
12. Acudir al médico o médica. Después de
una convulsión, es necesario que sea
visto por su médico o médica para informarle
sobre la crisis.

Pilar Aguirre Barco, M.d. Manual de atención al alumnado con necesidades especificas de apoyo al alumnado con necesidades especificas de apoyo educativo por padecer enfermedades raras y crónicas. España: Junta de Andalucía

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